Ámate, Luego Ámale.

Él, llamémoslo X, o Miguel, o Guillermo, o como quieras que se llame, yo lo llamaré él, simple y llanamente él, para que tú le pongas un nombre, una cara, un cuerpo y una sombra. Yo te diré que él ama. Ama con todas sus fuerzas, la ama a ella, llamémosla Y, o María, o Candela, o Laura, o simplemente ponle tu nombre, yo la llamaré ella, para que lo demás corra a cuenta de tu magnífica imaginación.

Él ama todos los lunares de ella, ama su respingona nariz moteada de pecas, ama sus ojos, escondidos tras gafas a veces o saludando al mundo otras, las que a él más le gustan. Ama cada momento que pasan juntos, cada rizo que se cuela en sus manos, la ama a ella entera e intenta que ella le ame a él.

Ella lo intenta. Prueba a fijarse en él y quererle entero a él. Lo intenta con él y lo intentó con otros antes, nunca funcionó. Algo en ella está estropeado, algo esencial para amar. Sin ello jamás podrá amarle a él, que tanto la ama y tanto la espera, a él que desea con todas sus fuerzas ser amado de la misma forma que ama.

Y algo que nadie quiso que pasara paso. La conversación que lo estropeaba todo se dio. Él no aguantó más el silencio y tuvo que soltarlo todo. Ella tuvo que admitir la verdad que permanecía escondida en ella.

- Te amo, ¿crees que podrías llegar a amarme?
+ No, no sé como se ama. No entiendo nada acerca del amor. No sé amarme ni a mí misma.

Ya está. Todo dicho. Él rompe el silencio y confiesa su amor. Ella descubre al fin su problema. Todo acabado sin ni siquiera empezar. Otro cuento sin principio que terminó con un estrepitoso choque de torres. Otro cuento que a ella ya se le hace infinito.

Porque nada puede empezar si ella no aprende a amarse un poco más cada día.