miércoles, 23 de julio de 2014

Viene de las estrellas.

No era su mejor momento. Bueno, desde fuera lo parecía. En cualquier otro momento de su aun corta vida hubiera deseado que cada día fuera exactamente como lo era ahora. Sin embargo, ahora no era así: se había roto de verdad. Había escrito mucho acerca de este momento. Había llenado páginas y páginas de tortuosos pensamientos, oscuras meditaciones y malos presagios, pero justo en ese momento, en el que más ganas tenía de cantarle una oda a la felicidad como camino, algo dentro de ella se había estropeado. Era más extraña al mundo que nunca, un extraterrestre de otra galaxia, una maquina mal construida. Todo era puro absurdo, un esperpento de lo que ella había pensado que era la realidad. Odiaba a la gente. No creía en lo mismo de siempre. Todo estaba vacío de sentido y ya no sabía muy bien como se vivía. Se le había olvidado qué era la amistad. No recordaba cómo se sentía la libertad. El sol ya no brillaba. El viento había dejado de soplar, ya no hablaba, y la luna estaba a la búsqueda de las estrellas desaparecidas. Su ángel le había abandonado.

No importa. Da lo mismo. No me voy a rendir. Jamás. Resistiré. Había llegado hasta allí, ¿no? ¿Por qué no iba a poder continuar? Un paso más, un empujón más para llegar todavía más lejos, ser todavía mejor. Así deben ser las cosas, continuar viviendo, continuar jugando a ser feliz y ganar. Ser fuerte y valiente, la verdadera heroína de tu historia pero no porque te lo digan los demás. ¿Qué saben ellos? No están en su piel, no podrían vivir en su cerebro. Ellos dan el 20, ella siempre lo da todo. A pesar del dolor es cuando se siente más viva, cuando sabe que está haciendo las cosas como deben ser hechas, como ella cree que deben ser. No es cosa de religión, nada de sacrificio, son principios, amor por la vida, afirmación total de ella. Vivir todo tan intensamente que pueda ser revivido tantas veces como ella quiera. Sin arrepentimientos, sin pensar en los demás, cuando algo está bien para ella el mundo no se merece ni un solo pensamiento. Que se joda, ella nació por encima, viene de las estrellas.

Flores mustias, agua, barras, todo sepia. Dolores a la mañana, ganas de abandonar a la noche. Pero poco a poco, sin forzar, sin ponernos metas inalcanzables. Duele no poder hacer lo de siempre. Aun así conviene esperar, ser paciente, para resurgir de las cenizas como un ave fénix. Que el fuego vuelva a arder sin quemar. Lo tiene todo para triunfar. Es ella y nadie más la capitana de su barco, la dueña de su destino. No se corresponde con los cánones de "belleza" de una sociedad marchita y vacía. Tiene curvas en su cuerpo, imperfecciones que la hacen más humana, que la hacen comprender a todos. A pesar de todo esto ahora se siente bella, preciosa, exuberante. Empieza a saber lo que es mirarse a los espejos sin tener que apartar la vista. Lo importante lo tiene, ahí dentro todo es luz, como siempre lo ha sido. Solo le ha hecho falta encontrar a aquellos que saben verla. Escasean en este mundo cegado de tanta luz, por eso son tan especiales. Como ella, que ahora se come el mundo a mordisquitos, pero tiene todas las papeletas para devorarlo entero.


  

lunes, 14 de abril de 2014

Piece.

- ¿Sabes lo que duele?
~ No.
- Yo tampoco...

¿Qué ocurre? ¿Dónde estoy? ¿Por qué todo está tan lejos? ¿Cuando se ha vuelto todo tan grande? ¿Cuál fue el motivo para que todo haya dejado de tener sentido? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Para qué debo averiguarlo? No sé que pasa. No sé que duele. No sé por qué estoy arriba ni cómo llegué abajo. Sé fuerte, solo sigue empujando. Las palabras dejan de tener sentido. Escribo sin mirar; creo sin pensar. No sigo un hilo, todo se atasca y vuelve a comenzar. Soy pequeña, me siento pequeña; pequeña y fuera de lugar. Nada existe. Nada tiene sentido. Nada es mio. Ni siquiera el dolor. Se siente lejos, muy lejos. Se siente vacío. No se siente bien. Renquea el pensamiento. Se para y otra vez a andar. Es absurdo. Quiero serlo todo, pero la nada se siente como en casa. Quiero empujar pero no hay contra que hacerlo. Caigo al suelo y me quedaría allí. Quiero quedarme allí. No me entiendo. No me entiendes. No me entienden. No me ilusiona. ¿Qué tal estás? Bien. No lo sé. Hoy no es mi día. No es mi semana. Ya no es mi calendario. Solo duele, los no-sentimientos duelen, las palabras encadenadas duelen, las notas duelen. Alma en cuerpo ajeno. Ojos vagabundos. Vaguemos por la soledad, que la noche me acompañe. ¿Quién robó la magia de la navidad? Tan en el cielo estando tan hundida en el barro. Cubre las manos, cubre el pecho, cubre el corazón. If I die young. La oscuridad llega: nadie ve tus ojos al fin. Puedo ser yo, yo con mis fantasmas. Duelen al revolverse. Duelen al escapar con tu parte favorita del guión. La cordura bien lejos. No vuelvas. No ahora, no esta noche. Deja que me vista para la ocasión. Deja que regrese la risa. Deja que se atranque y empiece de nuevo a funcionar. No lo entiendo. No lo entiendes. No lo entienden. No quiero comprender. Quiero que pase. Quiero esta ingravidez pero sin la culpa. Vacaciones, retiro, abandono, olvido. Sola, puedo sola. El cielo, el infierno. El fin del mundo, mi cama. Como el que ya no lo quiere. Como el que ya no lo siente. Como el que trató de luchar. Hoy no. Hoy es mio sin que nada lo sea. Hoy es la metáfora de mi escape. Hoy vivo fuera. Hoy no toca volver. Hoy solo vacío. Hoy solo duele.

¿Sabes lo que duele? No saber.

jueves, 30 de enero de 2014

Números.

Tu edad es un número. Tu altura es un número. Tu peso es un número. Tu talla es un número. Tus notas son números. Vienes definido por un montón de elementos matemáticos sin alma; incluso tu identidad tiene uno de esos, a pesar de la decencia de añadir una letra. Sin embargo, tú no eres números. No eres ni siquiera letras. Tú eres vivencias y experiencias, no años. Tú eres el tamaño de tu corazón, no tu talla o tu peso. Tú eres tu capacidad para amar, no tus notas. Eres todos esos soles que calentaron tu piel y esas lunas que vieron tus noches de desvelo. Eres el sonido de tu nombre en boca de todos aquellos que te quieren. Eres los vínculos que creas con las cosas y las personas. Eres todo aquello que puedes escribir, pero también lo que jamás fuiste capaz de expresar. Tus fallos son parte de tu ser, tus caídas, tus malas rachas, los malos ratos que pasaste en la vida, todas esas cosas que no te merecías, esas que viviste demasiado pronto o demasiado tarde. Eres tu primera tirita, pero también tu primera apuesta. Todo aquello que te hizo sentir vivo, las sonrisas, los gritos, los saltos, las carreras, lo que más te apasiona. Eres ese cartel que leiste sin querer, y ese anuncio que no se te va de la cabeza. La música que pone ritmo a tus momentos y los silencios que dicen más que ninguna palabra. Eres tu color favorito, la comida de tu madre, el abrazo de tu hermano. Los sitios de tu ciudad que nunca dejarás de visitar, sin olvidar todos los autobuses que tomaste para perderte en otros rincones.  Eres por todos los que ya no son. Eres, existes, y no eres un número. Eres una persona, y encima una maravillosa, te conozca o no. Todos lo somos, y tenemos derecho a que nos pasen cosas que sean por lo menos igual de maravillosas que nosotros. Puede que sucedan cosas malas, de hecho suceden, pero solo son tres en la vida, y una vez ya has pasado una solo quedan dos, ¿no? Mereces lo mejor, ni mas ni menos, y cuanto antes lo sepas antes empezarás a reclamarlo. Existes y lo eres todo.

viernes, 3 de enero de 2014

Contigo.

Contigo ahora. Contigo desde hace poco. Contigo soñando con futuros inciertos pero prometedores y deslumbrantes. Contigo hasta enloquecer más aun de lo que ya estamos. Contigo no quiero un como siempre. Contigo prefiero innovar, darme del todo a mi locura y que la tuya y la mía se fundan en una. Contigo de la mano seremos los dos Quijotes de la nueva historia, prometiendo cosas imposibles con el ardor de querer cumplirlas a raja tabla, sin apearnos del caballo jamás por mucho que todos crean que carecemos de cordura alguna. Porque contigo no quiero viejas patrias del amor: París está ya demasiado lleno de corazones rotos; ni tampoco fechas de calendario arbitrarias. Contigo quiero hasta enloquecer. Buscar nuevas naciones sin banderas, destrozar el orden establecido, levantarme contra todo aquello que no tiene razón de ser. Contigo yo despierto. Contigo yo abro mis ojos al mundo y a mí. Contigo lo formal se transforma en desbordador todos los días. Contigo lo civilizado queda descartado como un todo. Contigo, de la mano, doblo esquinas sin miedo a que habrá al otro lado, salto al vacío sintiendo que el vértigo abraza mi corazón para mantenerlo alto. Contigo no me siento dos: a ratos somos uno y a ratos la humanidad. Contigo hasta enloquecer.

Puede que el tiempo sea finito para todos nosotros; sé que los amigos te fallan, que la familia se muda, que los compañeros se cansan y, sobretodo, que la gente se muere; sin embargo, tenemos la capacidad de ser eternos e infinitos. Podemos ser ángel, escrito, canción, cuadro, y eso siempre permanecerá.

Contigo, sin ser ninguna de esas cosas, me siento infinita, todo da igual, queda de más si no es enloquecer juntos. La locura podría ser otra forma infinita, nuestra forma, la mía contigo. A veces escribimos por sentir que lo que vivimos es real, que no esta solo en nuestra cabeza, pero realmente, al final, lo que hago es plasmar los momentos importantes, las luces que me hicieron comenzar a teclear ahora están claras, ¿qué pasará en cuestión de tiempo? Da lo mismo, a quien le importa, voy a enloquecer contigo, vamos a ser eternos e 
infinitos.


sábado, 14 de diciembre de 2013

Ángel(V).

Tengo un ángel
La vida puede acabarse en una semana. Sin avisar. De repente. Disfrazada de normalidad y rutina la muerte llega poco a poco. Se cuela en los recovecos de un cuerpo que la acepta mientras otros muchos se rebelan contra ella. Tú pusiste resistencia, pero cuando llegó el momento te dejaste ir en la medida en que te dejaron. No sufrías por ti sino por nosotros. Nosotros queríamos que te quedaras mientras tú sabías que ese era el momento adecuado. Ya habías vivido lo justo y necesario. Ya habías dejado tu huella.
Tengo un ángel.
Pálido aunque con la expresión de siempre te has convertido en una imagen que refulge tras mis párpados. Fuiste lo que nosotros hicimos que fueras. Lo hicimos lo mejor que supimos. No se nos puede reprochar nada. Pongámonos una medalla. Te echaré de menos todo lo que un día te eché de más; es cierto, y , sin embargo, no nos arrepentiremos jamás de que nos dejaras vivirte ni de que tú nos vivieras a nosotros. 
Tengo un ángel.
Puede que no crea en el cielo, ni crea que hay una vida después de ésta para nadie, pero tú la tienes para mí. Si no en un mundo más allá, sí en mí. No me cansaré de prometerlo: viviré por los dos como he hecho siempre. Disfrutaré por mí y por mi ángel. Reiré por mí y por mi ángel. La muerte es parte de la vida, y a pesar de que a nadie le hace gracia pensarlo quien muere es al final quien menos sufre. Yo me quedo aquí y solo quiero hacerme una bola; tú te vas y por fin puedes disfrutar al cien por cien. 
Tengo un ángel.
Tengo un ángel, yo y muchas personas más, porque en ti caben todos igual que en casa. Porque tú eres de la familia. Porque tú eres del mundo. Tú eres un ángel, eres nuestro ángel, eres mi ángel.
Tengo un ángel.
Le quiero.