viernes, 29 de noviembre de 2013

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El cálido sol le despierta. Un día más, o un día menos, según como lo veas. Sin embargo, este parece distinto a todos esos que ya ha tachado, y realmente no le preocupan aquellos que anuncia el calendario. Este es especial. Los rayos del sol calientan su piel ahí donde antes solo había frío. Brilla el astro rey lejano, pero hoy parece que esta más cerca que nunca. Se reencarna en un nuevo ser: hoy quiere acompañarle. Lleva un tiempo queriendo hacerlo, pero su momento es ahora y no se hace una idea de lo que lo aprecia. Su piel blanca, de tanto tiempo alejado de él, disfruta de cada caricia. La somnolencia le hace olvidarse casi hasta de su nombre, aunque ella no teme esto, sabe que algo bueno está pasando. Nada es como antes. Muchas cosas han cambiado y a pesar de lo radical no siente vértigo. Se encuentra igual de suspendida que siempre, pero más segura del vuelo que nunca. El sol la acompaña y la calienta. No valen recuerdos. No valen experiencias pasadas. Su nuevo compañero no se parece en nada a los demás. Es grande. Creador de vida, el cual vela porque ésta se mantenga en el tiempo. Pasado, presente y futuro. La separación es más clara que nunca. La esperanza nunca había brillado tanto. Y es que ahora brilla y calienta. Ahora la ve. Ahora la siente. Ahora la vive.

***

La tarde estaba ya bien entrada y el frío comenzaba a adentrarse en sus huesos sin que pareciera importarle. La observación del horizonte le traía recuerdos de vidas que transcurrieron pasándole por encima, sin dejarse vivir realmente. Las había saboreado todas ella de manera atropellada, con todos y cada uno de sus "amores". Los había vivido deprisa y sin pausa, con abolición de preliminares y conquista, centrados en ombligos pasajeros por los que había resbalado su alma al vacío. En otros con componente menos físico tampoco le había ido mucho mejor. Siempre a la zaga de todos. La ingenua y buena a la que todos ven, incluso sin pretenderlo, como la víctima perfecta para su voraz hambre humana. Sin embargo, era ahora cuando se percataba de todas las bodas que había celebrado en las vegas y de sus mil bajadas de mirada. En ese momento era en el cual se daba cuenta de lo poco ella misma que se sentía cuando fijaba la vista en la caída del sol. Sentada, pero no fría a pesar de lo tarde en el día. Sentada, pero no triste a pesar de lo amargo de los recuerdos. No, ya no era como antes. La linea del horizonte hablaba del pasado ya pintado, pero el instante preciso en el que se hallaba contaba algo muy distinto. Había estado sola, dolida, fría, lejana. Había sido desconfiada, miedosa, insegura. Las cosas estaban cambiando. Los vientos se estaban tornando cálidos, agitados por unas manos que no pretendían dañarle, sino arroparle. Giro la vista para mirar el rostro que acompañaba a aquellos brazos.

- ¿Quien eres?
~ Ahora mismo soy exactamente lo que soy para ti.

Por una vez no tiene problema en creerle. Por una vez no tiene que desconfiar. Él la cubre de seguridad con cada gesto, cada palabra, cada detalle, cada expresión, cada sonrisa, y es que esas las tiene de todas las clases. Ella podría pasarse horas catalogándolas según lo que le transmiten para llegar a una sola conclusión: todas le dicen una misma cosa: sé tú, es tu turno. Así es, lo es. De verdad. Por fin ha aprendido a andar, a sujetarse sin los demás. Porque a él le necesita pero porque la mesa queda más bonita con un complemento, no porque a esta le falte una pata. No tiene ganas de caer de nuevo, va a regodearse en su suerte en lugar de en su mierda. Va a sacar del armario todo lo que le queda pequeño ya para llenarlo de prendas que le favorezcan.

Se pone de pie y él le mira con la admiración de un niño, expectante. Ella le devuelve la mirada, sorprendida de que un alma la conozca tan bien en tan poco tiempo.

- ¿Vienes?

La pregunta no necesita respuesta.

***

La luz trémula de la luna entraba por las ventanas dibujando las siluetas de dos cuerpos desnudos sobre la misma cama. Aquellas dos almas se juntaban hasta casi fundirse; no tanto por lo reducido del espacio, sino por el deseo de encontrarse realmente en tan íntimo contacto. La luz se había ido amoldando a sus estados de animo y ahora aquella que salía de la reina de la noche y sus doncellas encajaba a la perfección con la paz que habían alcanzado. El sintagma de tres letras sobre el que tanto se ha escrito les había llevado a ese perfecto momento en el que realmente se sentían vivos, distintos. ¿Cuantas veces había creído ser feliz? ¿Cuantas habían sido las que se había entregado a juegos que querían ser aquello? Ya no llevaba la cuenta, pero todas parecían estúpidas e insignificantes al lado de aquello. Se sentía grande, elevada, de vuelta a su castillo de nubes. Las palabras flotan en la atmósfera sin querer ser dichas, pero queriendo que se transmitan a beso limpio, con una caricia sutil, con una sonrisa a quemarropa. No queriendo ser pronunciadas pero naciendo de lo más hondo del pecho, aquel en el que laten al compás dos corazones que desean ser uno. Déjame conocerlo, saber de sus recovecos, amoldarme a sus cicatrices. Te doy mi ser, me das tu promesa. No te defraudaré y sé con esa certeza de la que solo me puede hacer dueña este éxtasis revelador que tú no lo harás. Por eso te doy mi ser: No es cuestión de formulas matemáticas perfectas, ni de reacciones químicas. Por eso te doy mi ser. Sin plan, con miedo, pero del que te hace soñar. Por eso te doy mi ser. 
Tómalo. Te doy mi ser.