lunes, 17 de octubre de 2011
Mi Escudo.
Empezaste siendo el clavo que sacaba el clavo anterior. Fuiste al que de forma desesperada me agarré, a pesar de saber que eras un clavo ardiendo. No te puedo negar que al principio fuiste esto, pero solo fue al principio. Poco a poco sacaste el otro clavo y lo olvidé por completo. Eras tú y solo tú. Por fin. Podía concentrarme en ti, solo en ti. Tendría que habértelo dicho. No lo hice para poder tener un escudo. Para que si tú me hacías daño yo pudiera tener la excusa de que solo eras para olvidar al anterior. Era mi particular muro contra el dolor. El plan era perfecto mirará por donde se mirará: tú me hacías daño, yo contraatacaba diciendo que eras un simple parche contra el recuerdo de otro y me pintaba una sonrisa deslumbrante como si no me importará en absoluto. Ahora no me parece un plan tan brillante. Tiene solo un fallo, pero es tan grande que es imposible obviarlo. El gran fallo es que sí me importas y no puedo obviar algo tan importante. Porque te quiero, aunque me esfuerce por ocultarlo para no parecer vulnerable, Te Quiero. Pero me da miedo decirlo porque, ¿y si te vas? ¿Y si me dejas tirada con este sentimiento colgado de mi ya magullado corazón? No puedo permitir que tu destroces el muro que me he creado para hacer creer a la gente que soy fuerte. Así que seguiré mi plan, aunque sea mentir a todo el mundo, incluso a ti.
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