jueves, 21 de junio de 2012

The Truth Freaking Hurts.

Mentiras. Todos mentimos. ¿Qué cómo lo sé? Yo también lo hago, constantemente. No quiero decir que me pase la vida mintiendo, considero a las mentiras una herramienta. ¿Cuántos "estoy bien" habré pronunciado en momentos en los que lo único que deseaba era cerrar los ojos y dormir? No creo que mentiras como esta dañen a nadie. Hay otras que si lo hacen. Fastidian buenas relaciones. Se convierten en dueñas de momentos que siempre repasamos para saber en que nos equivocamos. Sin embargo , no solemos llegar al punto en el que nos damos cuenta de que mentimos y que ese fue nuestro único error. A veces repetimos tanto una mentira que acabamos por creérnosla nosotros mismos. Aunque desde mi punto de vista, aquí arriba con poca perspectiva o allí abajo donde nadie me deja ver, esto es lo mejor que te puede pasar. Creerte tu propia mentira ayuda a tu conciencia. Lo que dices ya no es falso, tu cerebro lo ha asimilado como verdadero y así puede seguir como si tal cosa. Las mentiras nos rodean, da miedo pensar que nos miran desde todas partes. Pero es más escalofriante darse cuenta de que la alternativa quizá sea peor. La verdad. Se te llena la boca cuando lo dices. ¿Podría sobrevivir el mundo si todos fuéramos sinceros? No creo, el mundo ardería en pocos segundos. La verdad es asquerosamente dolorosa. Por eso nos la callamos y la enmascaramos. Es algo normal , ¿no? Lo hacemos todos. Tú (sobre todo tú). Yo. Todos.
Whatever. You were always lying to me.
Dicen los expertos que a la larga la verdad duele menos que una mentira, pero, ¿y si jamás descubren que mientes? Antes se coge al mentiroso que al cojo. Siempre dijeron que mentir estaba mal, ¿ahí no mintieron?

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