Imbécil. |
domingo, 10 de junio de 2012
Mi Frankenstein.
¿Qué coño te pasa conmigo? Yo no te he hecho nada, pero tu insistes en portarte como un niño pequeño lanzándome piedras a bocajarro. No las quiero, ¿entiendes? NO-LAS-QUIE-RO. Quédatelas, son tuyas y no creo que haya hecho nada para merecer que me las tires. Dices que soy una pesada y me insultas. Lo de pesada puedo entenderlo. Lo que no llegó a entender es porque me lo repites tanto. Me queda claro. ¿Acaso intentas demostrar algo? Conmigo no te queda nada por mostrar. Te he observado de cerca y de lejos. He oído historias sobre ti. Hasta me he tragado tus cuentos chinos. Con todo esto creo que me hago más o menos un croquis claro de cómo eres. Conozco tus defectos y aún así confío en tus virtudes. Sigo creyendo que puedo sacar más de ti. Podrías llegar a parecerte más al tipo de persona que a los demás nos gustaría encontrar porque sabemos que está ahí. Sin embrago, tú te empeñas en construirte un muro por el que nada parece pasar y desde tu lado me apedreas a mí que trato te ayudarte. Trataba para ser más correctos, pero hace tiempo me cansé. Todas mis esperanzas puestas en ti no dieron los frutos deseados, y me dediqué a simplemente pasear detrás de tu muro sin prestarte demasiada atención. ¿Por qué te empeñas en captarla? Puedo llegar a ser extremadamente cargante, pero contigo nunca lo he sido y menos ahora. Eso sí, tú sigues empeñado en que todo lo que hago gira a tu alrededor. Ya no. Ahora me tiras piedras y puedes quedarte a ver como no me importa.
Que un día fuiste mi pequeño experimento, pero no funcionó.
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