Noche de fiesta. Un club de música. Una chica guapa. Un chico guapo. Una chica buena. Un chico malo. Una chica con intención de pasarlo bien una noche con sus amigas. Un chico con intenciones indefinidas y amigos para animarle. La noche es perfecta. Un cubata. Dos cubatas. Risas entre las chicas. Observación por parte de los chicos. Mira esa y esa otra. Yo me pido esa. Ni la toques es mía. Y luces, música y acción. Se acercan a ellas. Ellas los ven. Los habían estado mirando de reojo. Les gusta lo que ven. El chico se acerca a la chica. Un susurro en el oído. Me gustas. Sonríe. Un chico con ideas claras. Coquetea. Se acerca. Se deja rozar. Se siente mujer. Otro susurro. ¿Te vienes conmigo? ¿A dónde? A donde sea. Lo mira. Lo sopesa. ¿Debería? No lo sabe. O sí. Bueno da igual. Se acerca a su oído. Sí. El chico sonríe. La agarra de la cintura y la lleva lejos del club, lejos de la música, de los cubatas y de sus amigos. Ya tiene sus intenciones claras. La chica sonríe de nuevo como una tonta. Le gustan los chicos con iniciativa. Está feliz de su decisión. Cree que ha elegido bien. Lo que no sabe es lo que viene después. Porque ella debería haber dicho no.
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