Mírala,
no te necesita. Se levanta y no piensa en ti. Va al baño, se viste, se peina, se ata los zapatos, se maquilla, coge el cepillo de dientes, se mira al espejo.
No te necesita. Sale de casa, mira la lluvia caer, busca su paraguas, lo abre, corre un poco, llega a clase,
te ve.
No te necesita. No se acerca a saludarte, puedes quedarte mirándola, pero ella ya no te va a devolver ni una sola de tus miradas. En sus ojos ya no ves ese miedo con el que antes te miraba.
Ellos antes te decían que les ayudaras, que les sacaras de todo eso en lo que las noches les habían envuelto.
No te necesita. Te duele algo. No sabes decir qué.
Pensabas que no la necesitabas, pero ahora ella te cuenta que tiene a otro. Tú le miras cuando está él, pero a él no le ves. Solo es ella, a la que necesitas.
Ella no te necesita. No le haces falta tú, no le hace falta él. Tú no te lo crees.
Ella te tiene que necesitar. Eso crees tú. Te miente, sus ojos se esconden,
te necesitan, pero no te quieren. No lo entiendes, la necesitas. Juras que ella no es sincera, pero
no te necesita.
No puedes obviar la necesidad de algún que otro choque, porque quizá tú no seas de los que se enamoran, pero necesitas que ella te necesite, a ti y a tu piel. Te vuelve loco pensar que no lo hace, pero a él no le mira como te miraba a ti, y eso te parece un clavo ardiendo al que agarrarte.