Me había vuelto tan pequeña. Hecha un ovillo ahí tirada donde me había dejado la vida. Ya no creía en mí, y si yo no lo hacía, ¿quién coño podría hacerlo? En aquel momento tenía la certeza de que si desaparecía todo seguiría igual. Sabía que si simplemente me dejaba morir allí nadie lloraría mi perdida ni me echaría en falta. No tenía fuerzas para levantarme. No las tenía ni para moverme siquiera. Mis brazos me parecían columnas inamovibles, y mis piernas estaban atadas a un cañón. Jamás saldría de aquel agujero. Jamás podría levantarme otra vez...
Pero entonces lo recordé. Te recordé. Fue como si viviera aquella ocasión de nuevo. Volví atrás en el tiempo y te tenía delante de mí.Tu cara a muy pocos centímetros de la mía y tus manos agarradas a mi cadera, para no dejarme marchar. Tu voz hablando bajito dentro de mi boca. Diciéndome que siga. Que ella me guiara hasta el final. Que esas manos que no me dejan en paz serán las que me sostengan. Que esos ojos que no se separan de los míos siempre estarán para vigilar que todo vaya bien.Y aunque ahora ya no esté todo eso junto a mí. Me levanto.
No te guardo rencor por no estar ahí. Te aparte de mí. Justo después de que aquel testimonio llenara la habitación yo misma me encargué de que salieras de ella. Me daba vértigo pensar que alguien fuera a meterse en mis sombras. Nadie debería tener que luchar contra mis demonios, pero, joder, tú estabas dispuesto. La mera esperanza de que aun lo estés me hace levantarme. Voy a encontrarte. Voy a hacerlo y te voy a contar todo lo que me pasó desde que te fuiste. Voy a decirte lo mal que me fue sin ti y lo mucho que te eche de menos todos y cada uno de mis días. Voy a recordarme que es mejor así. Voy a recordarte que es mejor así. Tú junto a mí y yo muy cerca de ti.
Por eso me levanto. Tomo aire. Recojo todas mis fuerzas. Miro adelante. Continuo.
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