¿Que qué tal estoy? ¿Cómo quieres que esté? Para un momento, ¿en realidad te importa? Sé que no, que en el fondo te puedo decir lo que quiera que te resbalará. Por eso te digo que bien, por no explicarte cómo me siento en realidad. Por no coger y ponerme a echarte en cara lo mal que me haces sentir. ¿Qué no debería depender tanto de ti? Tienes razón, pero que quieres que le haga si hoy he decidido que eres tú el único que en estos momentos me daría amor. No eres el principal, te lo aseguro; sin embargo, eres el que pensaba que tenía ahora. Me ilusiono al ver que te preocupas un poco por mí, pero son solo pequeños lapsos de tiempo que terminan y me dejan a mí preguntándome si me los habré inventado. ¿Qué tienen las demás para que los chicos quieran actuar por ellas? ¿Es problema de que el chico eres tú o resulta que la pieza que falla soy yo? Lamentablemente soy de ese tipo de chicas que siempre se inclina a pensar que la culpa es suya. Me frustro. Es indignante. Quizás mi madre tenga razón y yo solo sea la amiga. Aunque esto no me tranquiliza, me tensa aun más. Vivo en tensión permanente por si aparecéis uno de los dos. A pesar de todo no recibo respuesta. Uno pasa de mí y el otro parece siempre demasiado ocupado. ¿Qué clase de negocio he intentado hacer? ¿Que si estoy enfadada? Pues sí, pero no contigo, no voy a tirar de reproches. Es conmigo y con mi complejo de felpudo. Tengo la irritante manía de volver como si nada hubiera pasado. Tengo un master en olvidar faltas. ¿Y soy exigente? Cualquiera te hubiera pedido cien veces más que yo y no te hubiera dado ni la mitad. ¿Qué buscas exactamente? Dímelo, quizás lleguemos a un acuerdo, pero no me vengas diciendo que presioné demasiado: nunca fue así. No moveré un dedo más por ti.
Mírame aunque sea para mentirme una vez más. |
Te importará lo mismo que yo: nada.
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