jueves, 4 de abril de 2013

Para el mundo.

¿Qué necesidad hay de ir tan deprisa? ¿Por qué se empeña la vida en seguir este ritmo? Para un momento, que se pare el mundo. No es para bajarme, no esta vez, sino para recomponerme. No es que me hayas roto y ande por ahí como una muñeca de trapo vieja y usada. No es que todo me dé vueltas como si viviera en un tiovivo. No es que esté cansada de la rutina o que el hacer-lo-mismo-de-siempre me esté ahogando. Solo es que necesito unos segundos de silencio, de vacío, de la nada. Tantos colores me aturden, me vuelven contra mí misma. Estoy aquí, pero realmente no sé dónde. ¿Me falta o me sobra espacio? ¿Te necesito o estoy mejor sin ti? ¿Hay luz o es la sombra lo que me asusta? ¿La gente me ve o sigo llevando mi capa de invisibilidad? ¿Echo de menos lo que tuve o he tomado el autobús al futuro? No lo sé, ¿vale? No lo sé. Son demasiados interrogantes hasta para ser omitidos. La parcela de mí dedicada a olvidar cosas está tan llena que varias de ellas se han salido del perímetro y el resto amenaza con terminar con los cimientos. ¿Y si todo lo que ha pasado hasta ahora estuviera mal? ¿Y si todo lo que he sido y soy está mal? ¿Y si estoy mal? Defectuosa desde la fábrica. Un juguete que sin saber ni cómo ni por qué, consiguió burlar todos los radares de control. Que valiente y atrevida podrían pensar unos; un desperdicio sobrevalorado llegarían a aventurar otros. Difícil es llegar a entrever esto en realidad. Todos los colores llegan a nublar la vista e impiden ver las raíces de la verdad. Preciso de un parón en el tiempo, un mundo en blanco y negro, que permita a mis sentidos comprender lo que ven ahora y actuar. Sin embargo, el mundo no se va a parar por ti, muñeca. Él no te va a tener en cuenta. Así que o espabilas o la vida te pasará por encima.

Creo que no tengo elección.

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